Se trata del joven de Recoleta asesinado por un grupo de rugbiers del Club Náutico Arsenal Zárate. Se esperan condenas severas para distintos imputados basados en los roles que tomaron en el ataque y fatídica defunción del joven Fernando.
Comenzó, en horas de la mañana, el juicio oral contra los ocho rugbiers acusados de matar a Fernando Báez Sosa, en la puerta del boliche Le Brique, ubicado en Villa Gesell. El tribunal está compuesto por los jueces Christian Rabaia, Emiliano Lázzari y la jueza María Claudia Castro del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 1 de Dolores.
Máximo Pablo Thomsen; Ciro Pertossi; Enzo Comelli; Matías Franco Benicelli; Blas Cinalli; Ayrton Michael Viollaz; Lucas Fidel Pertossi y Luciano Pertossi están imputados por “homicidio doblemente agravado por alevosía y por el concurso premeditado de dos o más personas” y también por “lesiones leves”. Lo que prevé la condena de prisión perpetua.
Con más de 170 testigos citados, siendo los padres del fallecido joven los primeros en prestar declaración, el juicio promete ser largo y durar varios días durante el mes de enero.
La fatídica noche del hecho
Un viernes 17 de enero, el joven Fernando con apenas de 18 años, había salido con sus amigos y pareja a la discoteca Le Brique. Había llegado el día anterior para quedarse unos días y disfrutar de los días en compañía, pero nunca llegó a pasar.
Cerca de las 4:30 de la madrugada del sábado, debido a un roce entre los rugbiers y un amigo de Fernando, se generó un altercado que no debía pasar a mayores. Tras empujones y peleas, ambos grupos fueron separados y expulsados por el personal de seguridad del establecimiento por zonas diferentes a la calle pública. Fernando, luego de ser expulsado, decidió quedarse enfrente del boliche junto a siete compañeros tomando un helado y esperando que saliera el resto del grupo.
Brevemente tras la salida, dos rugbiers (Enzo Comelli y Ciro Pertossi) divisaron a Fernando como uno de los integrantes de ese grupo con el que habían peleado y les atacaron por la espalda.
Los acusados golpearon al joven Fernando hasta dejarlo inconsciente y, tras permanecer inmóvil en el suelo, le propiciaron fuertes patadas de puntapié en la cabeza. El objetivo era uno: vengarse y matar a Fernando.

El ataque duró menos de un minuto. Amigos de Fernando trataron de frenar el ataque pero eran bloqueados por algunos de los ocho rugbiers. Incluso uno de sus amigos, Tomás, fue herido en el ataque.
Según la hipótesis de la fiscal, hubo una división de tareas para cometer el homicidio, algunos golpearon a la víctima y otros evitaron cualquier tipo de socorro.
Después de cometer el asesinato, el grupo de rugbiers volvieron al hospedaje, vitoriosos del hecho como si hubieran reclamado un premio por la inhumana hazaña. Estos gritos fueron escuchados por personal del hotel cuyos testimonios sirvieron para la detención de los jovenes en horas de la mañana.
Detención y procesamiento
Luego de ser detenidos y haberse negado a declarar, personal de investigaciones y autoridades policiales comenzaron a recabar las primeras pruebas del asesinato tales como: grabaciones de video de celular, cámaras de seguridad, testimonios y prendas de vestir ensangrentadas. La verificación del material de ADN encontrado en las prendas de vestir de Máximo Thomsen, uno de los imputados, coincidía en pertenecer al joven Fernando. También declararon los principales testigos, entre ellos los amigos de Fernando. Asimismo, se daban a conocer los resultados de la autopsia, que señaló que Fernando había muerto por un shock neurogénico que provocó hemorragias internas debido a múltiples golpes.
Durante las semanas siguientes se llevaron a cabo las ruedas de reconocimiento de los detenidos, para determinar con exactitud el rol de cada uno de los rugbistas, en donde todos ellos fueron reconocidos, excepto Milanesi.

La caratula del expediente, en una primera instancia, fue como «»homicidio en riña» pero al pasar los días y conjeturar las evidencias junto a los testimonios, la fiscal los imputó por «homicidio calificado por el concurso premeditado de dos o más personas» lo cual prevé una pena de reclusión perpetua. Siendo dos de los detenidos, Máximo Thomsen y Ciro Pertossi, imputados como coautores del crimen, mientras que a los otros ocho se les asignó la imputación de «partícipes necesarios». Desde ese entonces, fueron recluidos en una área especifica del Penal de Dolores, excluidos del resto de la población penal.
Para febrero del 2020, la fiscal Verónica Zamboni solicitó prisión preventiva para ocho de los diez imputados, mientras que, para Milanesi y Guarino, pidió la libertad provisional por «falta de méritos», al fallar -el primero- en ser reconocido en las ruedas de reconocimiento y -el segundo en libertad provisional- haber manifestado como sujeto pasivo. Sin embargo, continuaron imputados y sometidos al proceso, en libertad.
El 13 de marzo de 2020, los jóvenes fueron trasladados al penal de Melchor Romero para la realización de las pericias psicológicas que fueron suspendidas debido a la situación sanitaria causada por la pandemia del COVID-19.

Los ocho imputados estuvieron a la espera del juicio oral de hoy que se mantendrá por todo el mes de enero a causa de la cantidad de testigos, presentaciones y testimonios que se brindarán en el Tribunal Criminal N°1 de Dolores.
La última novedad que pudo saberse es que la defensa habría solicitado la nulidad del juicio por no respetar los procesos judiciales y privación ilegitima de la libertad. No obstante, los jueces rechazaron la solicitud y el juicio continúa.