Hace exactamente 241 años, un 12 de julio de 1780, nacía la máxima heroína de la escena nacional. Había nacido rica. Murió en la miseria más absoluta y fue enterrada en una fosa común. Cien años después fue exhumada y reconocida. Criolla, mezcla de sangre española y aborigen peleó por los sin nombre y los sin tierra.
De una familia acomodada del esquilmado Potosí quedó huérfana a los 7. Sus familiares la enviaron a un convento, ya sea por su rebeldía o por la codicia de estos. O por ambas. Las monjas la echaron a los 17 por sus ideas libertarias y porque quería tener sexo. Volvió a su finca y se enamoró de quién fuera el compañero de sus días y sus noches, Manuel Padilla con quién tuvo cinco hijos.
De piel cobre, esta amazona fue una experta en todo tipo de armas. Luchó junto a Belgrano en el Ejército del Norte y las pocas victorias de aquel fueron gran parte gracias a ella que condujo un ejército de diez mil hombres y mujeres a los que llamó “Leales”. Fue clave –también- en la organización del éxodo jujeño.
Por la liberación de la gran patria Latinoamericana, pagó un altísimo precio: la vida de su esposo y cuatro de sus hijos. Al primero lo fue a buscar (y lo recuperó) a sangre y fuego y al galope de su alazán cuando le cortaron la cabeza y a los últimos los enterró cavando sus tumbas con sus propias manos y en medio de gritos desgarradores.
Peleó en las montoneras junto a Guemes de quién se dice fue su amante y bajo la jerarquía de teniente coronel. El fallecimiento del salteño fue una herida de la que no se pudo recuperar. Traicionada, torturada, discriminada y sus tierras confiscadas, vivió la última etapa de su vida con una miserable pensión (a la que luego se la sacaron) de coronel de un ejército inexistente y olvidada por la historia oficial, y por la única hija que le quedaba viva que se la había dado a otra mujer para que no la asesinaran.
Con el último aliento declaró: “Sobre mi deplorable y lastimera suerte, juzgo inútil recorrer mi historia en el curso de la Revolución. (…) Sólo el sagrado amor a la patria me ha hecho soportable la pérdida de un marido sobre cuya tumba había jurado vengar su muerte y seguir su ejemplo; mas el cielo que señala ya el término de los tiranos, mediante la invencible espada de los pueblos oprimidos”.
Murió un 25 de mayo de 1862 en Sucre a los 82 años y por un siglo fue ignorada. Sus restos fueron buscados y hallados para pasar a la inmortalidad. Fue reconocida como mariscal del ejército boliviano y generala en el argentino.
Juana Azurduy.
Con unos ovarios como dos camiones Scania y con una historia trágica sin igual, vale un lugar común para ella: Perdón por tan poco y tanto olvido. Gracias por tanto. Flor del Alto Perú.
Dámela para mi equipo a la Juana. Dámela. Con ella juego donde sea y contra quién sea.